Una vez conocí a un sabio
No llevaba túnica ni un bastón en la mano. No conjuraba hechizos ni hacía desaparecer objetos. Pero poseía el tipo de magia más poderosa: la que disipa el dolor y devuelve la dirección a quien se siente perdido.
Mi madre lo encontró en un rincón del Atlas marroquí, en una noche estrellada, nítida. Ella estaba rota por un abandono inesperado, pero aquel hombre le ofreció té y un nuevo horizonte mientras señalaba al cielo.


En esta colección hay flores y formas abstractas, imágenes que cruzaron la mente de mi madre aquella noche, texturas inspiradas en objetos y alimentos que encontró en sus paseos por mercados marroquíes y trazos de constelaciones y rutas imaginarias que recrean el mapa celeste que aquel hombre le enseñó.
